En la más inocente niñez no hay racismo ni discriminación. Para el pequeño Mikey, sus colores de piel no les hacía diferentes. No siempre enseñamos, también aprendemos de ellos.
Los niños, a pesar de su inmadurez y lo mucho que les falta por conocer y aprender, suelen darnos grandes lecciones cada día. A través de su inocencia y de su visión pura y sencilla de lo que ocurre a su alrededor, ellos nos ayudan a entender la realidad de una manera más transparente y ausente de aprensiones. Al carecer ellos de las malas intenciones y de los prejuicios y dogmas de los adultos, les hace más fácil conciliar con sociedades, personas y formas de vida que son distintas a la suya.
Y Mikey, un niño estadounidense, es una fiel demostración de aquello. Debido a que este pequeño, en el año 2019 le dio a muchos adultos una enseñanza sobre rechazar el racismo en todas sus formas y no discriminar al otro.
Ya que en una fotografía de él, que subió su papá, Michael Jensen, puede vérsele junto a su mejor amigo, Nehemiah, un pequeño afroamericano de su misma edad. Ambos en la imagen aparecen vestidos iguales, debido a que para ese entonces, era el “Día de los gemelos en la escuela”.
En la fotografía salen los dos contentos y con los mismos atuendos. Compartiendo de manera exacta colores iguales e incluso vistiendo poleras idénticas. Sin embargo, lo que más llamaría la atención de su padre y de quienes leerían su relato a través de su publicación en Facebook, sería la respuesta que dio Mikey cuando se le preguntó qué es lo que les distinguía entre sí. A lo que este niño respondió: “nada, solo que él es más grande”.
De esta manera, el hijo de Michael Jensen, ha dado una lección de que el color de nuestra piel no nos hace distintos. No nos puede separar ni dividir. Son diferencias superficiales, que no cambian nuestro valor ni nuestra importancia como seres humanos.