Para volar alto y alcanzar una felicidad real y significativa, la vida nos irá desprendiendo de parte de nuestro equipaje. Este «dejar ir» no será ningún acto traumático, sino una liberación constante que hemos de saber aceptar para entender que hay lastres que entorpecen nuestro crecimiento personal, nuestra oportunidad de ser libres y auténticos.
Hace ya unos años el conocido psicólogo social Robert Levine realizó un experimento muy interesante que tenía como finalidad analizar una hipotética relación entre el ritmo de vida y la complejidad personal con la felicidad. El trabajo se llevó a cabo en diversas sociedades de todo el mundo, y para ello, utilizaron cuatro variables muy concretas.
«Le puedo perdonar muchas cosas, pero eso sí… Es irrefutable, si no sabe volar, está perdiendo el tiempo conmigo»
-Oliverio Girondo-
La primera era lo rápido que andaban las personas durante la hora punta de las mañanas. La segunda, el número de veces que miraban sus relojes, la tercera el número de contactos personales que tenían en la agenda de sus teléfonos móviles. La cuarta y última, el modo en que estas personas solían relajarse cuando hacían uso de su tiempo de ocio.
Los resultados fueron sin duda reveladores: a mayor complejidad personal mayor infelicidad. Según el doctor Robert Levine, las personas que vivimos en las sociedades modernas nos movemos demasiado rápido, nos obsesionamos con el tiempo y acumulamos cosas y personas como quien mete cosas en un trastero pensando que así conseguimos un estatus y un bienestar normativo.
Nada de esto es real. Para volar alto hay que simplificar y sobre todo, liberar varios pesos. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Si quieres crecer, tienes que aprender a volar
Crecer es un proceso natural, todos lo hacemos. Sin embargo, el hecho de ir añadiendo etapas a nuestro ciclo vital hace que a menudo, enfoquemos la realidad de forma equivocada. Cuando somos muy jóvenes nuestro entorno, nuestra familia e incluso la propia escuela nos inculcan la idea de que creer es sinónimo de ganar cosas: ganamos en independencia, en libertad, en experiencias, en relaciones, en bienes materiales…
Idealizamos la madurez de un modo muy sesgado porque nos han «vendido» la idea de que «cuando seas mayor tendrás el mundo a tus pies». Quizá, por ello a medida que crecemos empieza a anidar en nosotros una sensación de desencanto porque esa promesa no se cumple, de que la felicidad no es normativa y de que no hay recompensas psicológicas o económicas por el mero hecho de cumplir años.
Entendemos que la vida es dura y entonces abrimos, un poco más nuestros filtros personales y dejamos que todo lo que llegue se quede para encontrar un sucedáneo de felicidad. Tener muchos amigos, aunque no sean de nuestro agrado, es necesario y hasta nos distrae de vez en cuando. Tener pareja es obligatorio, porque no hay nada más terrible que la propia soledad.
Cumplimos una por una todas las expectativas ajenas porque creemos que crecer, es formar parte de un grupo de personas iguales, de seres grises y bien estructurados.
No es lo correcto, hay que hacer cambios. Debemos reprogramar el GPS de nuestras vidas para orientarlo en una sola dirección: hacia arriba. Volemos alto, muy alto, liberarnos de los convencionalismos, de las personas que no aportan, de las rutinas que apagan nuestra creatividad, de los espacios y dinámicas que nos arrancan las alas de nuestro crecimiento personal y en esencia, de la clásica idea algo infantil de quien piensa que quien más tiene, más feliz es.
Esa no es la fórmula correcta. Tal y como nos explica Robert Levine, el psicólogo citado con anterioridad, la vida no esa acumular cosas en un trastero o contactos en nuestra agenda telefónica. Vivir es volar, y para conseguirlo es necesario bajar el ritmo y desprendernos de parte de nuestro equipaje…
Los 4 pasos para aprender a volar
Si había alguien que no quería crecer era Peter Pan. Resulta curioso cómo James Matthew Barrie supo trazar y poner en este clásico personaje varias dimensiones que en cierto modo son paralelas a una esas «alas» innatas con las que los niños llegan al mundo.
«Vivir, esa será mi mejor aventura»
-Peter Pan-
En un fragmento del libro, Peter y los niños perdidos afirman que no quieren crecer «porque no quieren ir a la escuela, y recitar como loros, y aprender reglas tontas». El colegio, nuestra educación e incluso la propia sociedad son esos escenarios escenarios determinantes que a lo largo de nuestra historia han ido vetando nuestra espontaneidad, nuestra capacidad para ser más creativos, libres y diferentes unos de otros.
Para aprender a volar es bueno recuperar parte de esa perspectiva con la que mirábamos al mundo cuando éramos pequeños. Esa en la que todo era posible y en la que la felicidad se encontraba en un lugar tan cercano que nos rozaba o directamente nos invadía. A su vez, para lograrlo, actuaremos como el adulto sabio y valiente que sabe aplicar adecuadas estrategias.
Serían las siguientes.
Aprender a simplificar para alzar el vuelo
Debemos aprender a simplificar, a desacelerar y a aclarar prioridades para retomar el control de nuestra propia vida. Para ello, nada mejor que reflexionar en estas sencillas ideas:
- Situaciones y personas: lo primero que haremos es una valoración sincera y objetiva sobre todo aquello con lo que interaccionamos en el día a día. Valora del 1 al 10 el grado de satisfacción que te aportan esas situaciones y esas personas con las que te relacionas de forma continua.
- Tiempo: todos tenemos la misma cantidad de tiempo en un día. Ahora bien, de esas 24 horas ¿cuántas catalogarías como «tiempo de calidad»? ¿Qué podrías hacer para disponer de más horas de auténtica calidad?
- Prioriza: para volar alto no es necesario liberarnos de todo y de todos. Es necesario priorizar y tener claro qué es vital incluir en nuestra vida, y qué es recomendable dejar atrás.
Aplica. El último paso y no menos importante, es dar el paso y abrir la puerta de nuestros trasteros personales para hacer limpieza. No es un acto de egoísmo, no te sientas mal por ello ni dejes que otros lo hagan. Es un acto de salud mental y emocional que no todos sea atreven a hacer, porque recuerda, solo los valientes, los niños y las personas libres saben que no hay nada como volar alto y sin cargas para ser feliz.
Fuente: Valeria Sabater / https://lamenteesmaravillosa.com