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Los perros nunca mueren, duermen junto a tu corazón…

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Nunca pidió nada a cambio. Solo un amor que no entiende de egoísmos, solo una caricia al llegar a casa, una mirada cómplice, un hueco en el sofá. Las mascotas no saben de pasado o de futuro, pero sí comprenden y tienen interiorizado ese lenguaje universal que a nosotros, a veces, se nos olvida: las emociones.

Afrontar la muerte de un animal supone tener que pasar por un duelo muy parecido al que atravesamos cuando perdemos a una persona. Sabemos que hablar en estos términos no será comprensible para muchos, que habrá algunos que no lleguen a entender la trascendencia que los animales pueden llegar a tener en nuestras vidas. Pero, probablemente, esas personas tampoco estén leyendo este artículo.

El vacío que provoca la pérdida de gran parte de nuestra alegría es un abismo que antes ellos llenaban con la felicidad de lo cotidiano, formando parte de nuestra rutina, y en ocasiones, hasta de nuestro desahogo personal.

Eran los cómplices más fieles de nuestras caricias, compañeros que se acurrucaban a los pies de la cama. El primero que se despertaba y el último a quien dábamos las buenas noches. Era el trasto de la casa y quien sabía leer en tu mirada las tristezas al mismo tiempo que las apartaba.

¿Cómo no sufrir por su pérdida? Su vacío no podrá llenarse nunca. Será esa herida en nuestras fotografías y ese recuerdo que, aunque ahora doloroso, poco a poco bordará tu memoria de gratas escenas, de emociones únicas que harán tu vida más rica. Más plena.

Hablemos hoy sobre este tema. Aprendamos algunos recursos para afrontar la muerte de nuestras mascotas.

1. Siéntete libre para llorar y para expresar

Hay quien no se atreve a decir que su sufrimiento -que su mala cara- se debe al hecho de haber perdido a su mascota. De que ésta, ha fallecido. No importa si es un perro, un gato, o un caballo.

Es un ser vivo que formaba parte de nuestro día a día, de nuestro corazón, así pues, no tengas temor en ponerle palabras sinceras al dolor que sientes. Es verdad que no todo el mundo te entenderá, pero habrá personas que sí lo harán y que de otra manera no podrían.

  • El que el resto de personas lo entiendan o no, es su problema. Tu realidad es tuya y como tal, debes sentirla, tratarla, vivirla y gestionarla. Vamos a vivir el mismo duelo que con cualquier otra pérdida, así pues, habrá una fase de negación, otra de enfado, otra de tristeza hasta que al final, aparezca la aceptación.
  • Llora cuanto necesites y ten siempre muy en cuenta al resto de miembros de la familia. Atiende a los niños, permite que expresen sus emociones, responde a todas sus preguntas y canaliza todo el sufrimiento que, probablemente, sientan en su interior.
  • Pon nombre a cada emoción, expresa en palabras qué viene a tu mente y sobre todo, evita una cosa: sentirte culpable. Hay veces que cuando fallece una de nuestras mascotas nos preguntamos si podríamos haber hecho más, si nos hemos equivocado en algo.
  • Evita obsesionarte. Has hecho todo lo mejor por él y ten por seguro que tu mascota, agradecerá sobre todo ese amor que se lleva consigo. Su vida ha sido plena y ha sido gracias a ti.

«Los perros nunca mueren, duermen junto a tu corazón. No saben cómo hacerlo. Se cansan, se hacen viejos, y les duelen los huesos. Por supuesto que no mueren. Si lo hicieran, no querrían salir a pasear siempre…»

-Ernest Montague-

2. Aprende a vivir con las rutinas

Es lo que más cuesta afrontar. Nuestro perro, nuestro gato era parte indiscutible de nuestras rutinas, era nuestra sombra, nuestro cómplice, nuestro espía y nuestro pequeño embaucador de abrazos, juegos y caricias.

  • Debes tener muy claro que lo que más te va a costar es gestionar el dolor al tener que seguir con las rutinas, pero sin él o ella. Así pues, lo que debes hacer los primeros días es NO evitar dichas costumbres.
  • Si al llegar a casa te sentabas en el sofá con él, sigue haciéndolo. Si salías al parque a pasear con él a ciertas horas, hazlo durante unos días. Va a ser una forma de despedida, de decir adiós pero guardando en tu memoria los mejores recuerdos. Piensa en cómo te recibía, en cómo paseaba a tu lado. Quédate con esos buenos instantes para dejar que otras rutinas lleguen poco a tu día a día.
  • Sonríe cuando pienses en él/ella. Quédate NO con el sufrimiento de los últimos días, con esa enfermedad o ese declive, sino con esos sentimientos que despertó en tí, con lo mejor de él. Con aquello que te hizo ser más humano, más persona, él o ella quien te enseñó lo que es el cariño más incondicional.

3. Tu amigo no puede sustituirse

No lo hagas, cuando fallezca una de tus mascotas no procedas de inmediato a buscar otro animal al que adoptar para aliviar el dolor. Los animales, como las personas, no pueden sustituirse.

Tu perro, tu gato es único, con sus matices, con su carácter, con todo aquello que te ha aportado: como tal dejará una impronta en tu memoria.

Así, permite que pase el tiempo que necesites antes de adoptar de nuevo, si así lo deseas. Porque nunca se tratará de sustituir o de llenar el vacío con otra vida. Cada animal es excepcional y nos enriquecerá con su presencia, con su aliento, con su alegría… No lo olvides.

«¿Crees que los perros van al cielo? Estoy seguro de que ellos estarán ahí mucho antes que cualquiera de nosotros.»

-Robert Louis Stevenson-

Imagen: K. Lewis, Pascal Campion

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com