La Milla Verde, una película que no deja indiferente, que puede ser mejor o peor valorada, pero que, sin duda alguna, emociona.
Hay películas que marcan, que no dejan indiferentes. Hay películas que te aportan algo más que entretenimiento, que te llegan al alma. Sí, son pocas las que lo hacen, pero, por suerte, cada cierto tiempo nos encontramos con una de estas películas. La Milla Verde (1999) es una de ellas.
Se trata de un filme difícil de describir en pocas palabras, así que, ¿qué tal si reflexionamos acerca de esta bella creación del séptimo arte?
Una película única
No es una frase hecha, realmente es única. ¿Por qué es única? En primer lugar, La Milla Verde es de este tipo de películas que resulta difícil de catalogar o etiquetar. Algunos críticos la definen como una película de drama, otros de misterio, incluso algunos consideran que pertenece al género de ciencia ficción.
Lo cierto es que todos están en lo cierto y también erran al situarla solo bajo una etiqueta descriptiva. Posee elementos suficientes para ser incluida en esas categorías. La Milla Verde es una adaptación del libro de Stephen King llamado El pasillo de la muerte.
Pero no solo es única por ser difícil de etiquetar, sino porque los personajes, la trama y el contexto son inigualables. El protagonista es un funcionario de prisiones llamado Paul Edgecomb, que se encarga de la vigilancia y gestión del corredor de la muerte, también llamado la «milla verde», en la prisión de Cold Mountain (Luisiana), allá por los años 30’s.
Él, junto con su equipo de funcionarios de prisión, ven perturbado su día a día tras el ingreso de un peculiar preso, John Coffey, un hombre negro de más de dos metros de altura, extremadamente musculoso y sensible. John va mostrando progresivamente hasta qué punto es especial, gracias a su poderoso don.
La emoción, la gran protagonista de la Milla Verde
Paul y John Coffey son, sobre el papel, los protagonista y co-protagonista, respectivamente. Pero la emoción se puede decir que está presente durante toda la película. O quizá sea mejor decir «las emociones», ya que uno de los logros de esta obra es evocar emociones muy diversas al espectador. Con momentos de humor, de intenso drama, de suspense e incluso de terror, la historia sobrecoge.
John Coffey nos muestra la poderosa fuerza de la emoción. A pesar de entrar en el corredor de la muerte por un presunto asesinato a dos niñas, el enigmático preso despliega la sensibilidad, inocencia e ilusión propias de un niño, que constantemente contrastan con su tamaño y voluptuosidad.
John es capaz de expulsar el mal que cada persona tiene dentro, y poco a poco va poniendo este don a disposición de la gente que le rodea. Su extrema sensibilidad le permite empatizar con cualquier ser que sufre, y ofrece su don para poner remedio.
La bondad de John Coffey
¿Existen personas buenas y personas malas? Personalmente, creo que no, que existen acciones, conductas, actitudes, que pueden ser susceptibles de ser descritas como buenas o malas (y aún así, supone un reduccionismo importante de la realidad).
Sin embargo, John sería una de estas personas a las que coloquialmente podríamos considerar como una buena persona. Su ya mencionado don lo convierte en un ser que por instinto solo hace el bien.
El señor Coffey representa una forma de actuar basada en el sentido de la moral más desarrollado, poniendo su don al servicio de quien lo necesita, sin importar si esa o esas personas han sido amables con él o no.
Una triste lección
Con el odio siempre presente, en un contexto donde la gente empuña armas, mata y abusa del poder, John Coffey supone una especie de milagro, una poderosa fuerza de la naturaleza cuyo combustible es el amor, que expresa de muy diversas formas, como el disfrute de las pequeñas cosas.
Si este ser sobrenatural apareciera en nuestras vidas tendríamos casi la obligación de cuidarlo y asegurarnos de que hiciera el bien allá por donde fuera, para que el mundo fuera un poco mejor.
Sin embargo, en la película no sucede eso. En la película, debido a una serie de acontecimientos relacionados los unos con los otros, John no termina nada bien, ya que es ejecutado en la silla eléctrica, y en cierto momento él mismo expresa que es su deseo.
En un mundo insensible, su exacerbada sensibilidad le causa más dolor del que aparentemente puede soportar. En la vida real, el mundo en el que vivimos no dista mucho del que nos presentan en la Milla Verde. Y si John apareciera en nuestras vidas, mucho me temo que el final sería el mismo.
A veces nos encontramos con personas que causan bien, personas que, sin saber muy bien por qué, hacen el bien allá por donde van. Y, a menudo, los seres humanos no damos a esas personas el trato que merecen. Al fin y al cabo, en un mundo insensibilizado, cualquier muestra de sensibilidad supone toda una revolución.
Fuente: Alberto Álamo / https://lamenteesmaravillosa.com/