Parece ser que la capacidad que tenemos de preocuparnos por las cosas está relacionada con la inteligencia. Al menos así lo afirma un estudio de la Universidad de Nueva York según el cual, a mayor grado de preocupación, mayor inteligencia, porque preocuparnos nos mantiene alertas para hacer frente a los acontecimientos. Sin embargo, también está demostrado que las personas que se preocupan por todo corren el riesgo de sufrir un trastorno de ansiedad generalizada.
Preocuparse por todo genera ansiedad
Es verdad que cuando nos preocupamos por las cosas nos acercamos más a tenerlas bajo control, nos imaginamos lo que está por llegar y podemos prepararnos para afrontar lo que venga. Pero eso es en el caso de que acertemos en nuestras predicciones, porque una cosa es que algo nos preocupe e intentemos evitarlo y otra muy distinta es que las cosas salgan como habíamos pensado.
Un exceso de preocupación lleva a un estado de ansiedad generalizada con nerviosismo, tensión, irritabilidad, miedo y angustia. Porque lo cierto es que, por más que queramos, no podemos mantener el curso de la vida bajo nuestro control.
De nada sirve sufrir adelantándose a los acontecimientos cuando éstos ni siquiera han llegado. Tan negativo como vivir atrapada en el pasado es hacerlo con una constante preocupación por un futuro incierto.
Y la verdad es que podemos llegar a preocuparnos por todo: por el trabajo, por los estudios, por la salud, por la familia, por nuestra relación de pareja o hasta por el tiempo que va a hacer el fin de semana. Una preocupación que nos impide vivir el momento angustiadas por un futuro que desconocemos pero que, en cualquier caso, nos impide ser felices.
Dejar de preocuparse mejora la salud
Por mucho que preocuparnos por todo nos haga más inteligentes, el objetivo no es aumentar nuestro cociente intelectual, sino ser más felices, así que vamos a procurar observar nuestro comportamiento con objetividad y buscar soluciones a todas esas cosas que nos preocupan. Al menos, a las que son susceptibles de solucionar. Todo aquello que no esté en nuestra mano arreglar lo recibiremos como y cuando venga y será entonces cuando nos empiece a preocupar.
Sabemos que no es fácil dejar de preocuparse por todo y que, muchas veces, nuestro afán de perfeccionismo puede llevarnos a estar alertas todo el tiempo para que todo salga perfecto. Pero es una actitud que debemos dejar de lado para adoptar otra más positiva y realista. Cometemos errores y nuestras vidas están sujetas al azar, así que no podemos manejarlo todo.
Lo único que podemos manejar es esa incertidumbre del “y si…” que nos lleva a preocuparnos por todo y nos impide disfrutar de lo que está ocurriendo en este preciso momento. Aprender a relajarnos y desconectar de los problemas y las preocupaciones, al menos durante un momento, nos ayudará a comprender que el mundo sigue girando aunque nosotras no permanezcamos alertas “por si acaso”.
Fuente: https://mundosorprendente.com