El amor incondicional puede ser difícil de demostrar cuando estamos pasando por buenos momentos; es en los difíciles en los que brilla. Ese fue el caso de Atsuko Kuroki, un ganadero japonés que le devolvió la sonrisa a su esposa cuando los tiempos se tornaron duros. No tuvo que conquistar tierras, pelear con dragones ni ganarse la lotería; solo cumplir su promesa de hacerla feliz.
Una prueba de amor que se convirtió en foco de turistas
La ciudad de Shintomi, en la provincia de Miyazaki, al sur de Japón, es hogar de un encantador atractivo turístico que florece cada primavera con una alfombra de flores color rosado que llaman shibazakura o phlox de musgo. El lugar es visitado por hasta 7 000 personas anualmente, pero eso no es lo que hace de este lugar una gema, sino el hecho de que se trata de un domicilio común y corriente y que los turistas acuden a conocer la historia de amor detrás del manto de flores.
Se casaron y vivieron felices para ¿siempre?
Cuando Atsuko y Ayako Kuroki se casaron en 1956, convirtieron una granja lechera en su hogar. Se levantaban temprano cada día para ordeñar y mantener a la gran manada de 60 vacas. La pareja también tenía dos niños, por lo que casi no tenían descanso. Pero no importaba, esa atareada vida era gratificante para ellos y guardaban la esperanza de viajar juntos por todo Japón una vez que se hubiesen jubilado.
Las cosas se tornaron grises
Treinta años pasaron y, cuando la señora Ayako cumplió los 52, sus ojos empezaron a fallarle de repente debido a una complicación por su diabetes. Una semana después, ya había perdido la vista. Con la perspectiva de una vida sin movilidad por delante y despojada de la esperanza de emprender el viaje soñado con su esposo, sintió que su vida había terminado. Prefirió aislarse del mundo, recluyéndose en su hogar. Al ver el sufrimiento de su esposa, a Atsuko le invadió la pena, pero lo que no sabía es que tenían un futuro de sonrisas por delante.
La belleza se puede admirar de muchas formas
En una ocasión en que Atsuko admiraba una flor de shibazakura cerca de su granja, una idea se le vino a la mente: la belleza de las flores no solo se puede apreciar con la vista, se puede disfrutar con el olfato. Fue así como ideó un plan para devolverle la sonrisa a su amada y se propuso plantar un jardín lleno de flores para que ella disfrutase de su belleza a través de su aroma y que así atrajese visitantes que la animaran y motivaran a salir de su casa.
Ayako, señora y reina de su jardín
Pasó dos años transformando la tierra alrededor de su casa. Preparó la base para el jardín cortando árboles, plantó cada semilla y protegió las plantas y flores que veía nacer poco a poco. Fueron un par de años de trabajo arduo, pero valió la pena el esfuerzo, pues un manto rosado de aroma delicioso ahora cubre los alrededores de su hogar y Ayako sonríe y disfruta de sus paseos diarios por el jardín.
El único viaje que importa
Ha pasado más de una década y la pareja recibe constantes visitantes que acuden a su pueblo para ver el espectáculo. Se les puede ver merodeando por ahí, esperando encontrar a alguno de los personajes de esta historia. Puede que los Kuroki no hayan emprendido su viaje por Japón, pero visitan diariamente un destino mil veces mejor: la felicidad de un matrimonio en el que se saben amados.
¿Qué harías tú por el amor de tu vida si no pudiese ver más? ¿De qué otras maneras piensas que la belleza puede percibirse y disfrutarse? ¡Cuéntanos tus ideas en los comentarios!
Imagen de portada Yoshiyuki Matsumoto / Exclusivepix Media / EAST NEWS
Fuente: https://genial.guru