Ya no soy la misma de antes. He sido víctima y también victimaria. He tenido que enfrentarme con el dolor de perder a alguien y he renacido de las cenizas. He tocado el amor con las palmas de mis manos, pero se me ha ido entre los dedos.
Por eso, no quiero un novio. No deseo a un hombre al que le entregue mi alma y después se la lleve a pedazos. No estoy interesada en amores de medio tiempo, ni con fecha de vencimiento.
Quiero un compañero de camino. Un hombre que, además de ser mi enamorado, también me acompañe en el sendero de vida que he decidido tomar. Y que para él yo sea la única mujer con la que anhela recorrer, día a día, todos sus caminos.
No deseo a un novio para que me de besos, me acurruque en los días fríos o que me abrace en las mañanas; eso lo hace cualquiera.
Quiero uno que mire en la misma dirección que yo lo hago. Él con sus metas, yo con las mías, pero ambos encaminados a una en particular: hacerlas realidad juntos.
Quiero a un hombre independiente, sí; pero no, excluyente. Que entienda que una relación es de dos y no de uno. Que este dispuesto a ceder, en algunas ocasiones, así como yo lo hago. Que mire, de vez en cuando, más allá de sus narices.
Quiero a un hombre que me ame tanto, como para imaginar una vida conmigo, así el destino, por una otra razón, cambie de dirección.
Quiero que anhele no solo tomar mi mano en la calle, también en la vida. Que a su lado yo pueda vivir una historia de amor infinito; no desechable.
No me interesa tener una relación como las de hoy en día: efímeras, que en el primer intento dejan todo en el camino, que prefieren tomar un nuevo rumbo antes de conservar lo que tienen.
No quiero entregar mi corazón por una porción limitada de tiempo, con el temor de que, en cualquier momento, deje de latir y se resigne al dolor. No quiero que se lleven una parte de mí y me dejen un agujero en el pecho.
Quiero a ese compañero de camino, a ese compañero de vida. Y no deseo seguir caminando sin él.
Fuente: Flash Noticias / https://gutenberg.rocks