Con todo eso, se trataba de un chico bastante inteligente. Tenía 126 de IQ, lo que es bastante alto.
John Lorber es un neurólogo que por consecuencia de una atención médica aislada e imprevista, encontró cuál sería el nuevo foco de sus estudios. Porque para sorpresa suya, un día en 1980, en su consulta le tocó recibir a un joven universitario de cabeza grande y que padecía de una molesta migraña.
Una situación que normalmente se resolvería con la toma de ciertos medicamentos, escondía una realidad más intrigante y novedosa. Ya que al hacerle un escáner cerebral, descubrió que sorprendentemente este estudiante no tenía cerebro.
El joven tenía la condición denominada como “hidrocefalia”, en la que en vez de haber masa cerebral (neuronas y otras células), había líquido cefalorraquídeo. Prácticamente, no tenía cerebro. Sin embargo, a pesar de esta condición, este estudiante de la Universidad de Sheffield se encontraba lleno de vida y plenamente funcional y consciente, aún cuando tenía su cabeza llena de agua.
Esto impactó a John Lorber, quien en vez de quedarse solo con la sorpresa, inició un estudio, que después dio a conocer en un artículo publicado en Science.org, al que llamó“Is Your Brain Really Necessary?” (traducido como: ¿Es tu cerebro realmente necesario?). Un cambio brutal al paradigma que era motivo de consenso en la medicina y en la neurología.
Y es que John estaba ante un joven sin cerebro que era plenamente funcional, y que tenía una actividad social normal, sin olvidar, que además era poseedor de un IQ de 126 (es decir, era bastante inteligente). Un joven matemático que en vez de tener entre 4 y 5 cm de grosor de materia gris y el resto del cerebro de materia blanca, su “cerebro” estaba compuesto por una “telilla de células”, según mencionaron los autores del estudio.
Investigación en la que también se comparó el peso de los cerebros, pesando uno normal algo menos de 1,5 kilogramos, mientras que el de este joven rondaba entre los 50 y 150 gramos.
Posiblemente uno tras leer esto pensaría que este caso no puede ser más impresionante… Lo que sería un error. Debido a que no es único en su tipo, y luego de investigarlo en profundidad, Lorber se especializó en hidrocefalia, donde observó 600 casos de los cuales 60 tenían menos de 5% de cerebro, y lo que es aún más sorprendente: 30 de estos tenían un alto IQ.
Lamentablemente, John Lorber falleció en 1996, por lo que no pudo continuar por más tiempo con esta interesante investigación. Apareciendo en los últimos años diferentes teorías sobre el primer caso que estudió, postulándose por ejemplo, que la masa cerebral de ese joven no estaba ausente, sino que se encontraba compactada en un pequeño espacio disponible.
Fuente: http://www.upsocl.com/