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Frida Kahlo a color en 13 fotografías poco conocidas…

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¿Frida a color o en blanco y negro?

Cada tono impacta en el estado anímico de las personas, envolviéndolos en felicidad o tristeza. El azul, por ejemplo, recuerda a las gélidas noches donde las lágrimas buscan su camino hacia el suelo, mientras que el amarillo remite a la pureza del primer beso. En el extremo opuesto se encuentra el negro con la ausencia total de luz que conduce a la solemnidad de omitir una sonrisa o un quejido; es el silencio de las emociones y el reinado de sigilo, aunque hay que decirlo, de la oscuridad a la iluminación, ¿cuántas posibles reacciones existen?

La primera mitad del siglo XX la recordamos en tonos grises dado que la fotografía, la principal forma de documentar la realidad, no conocía el color. De ahí que a figuras tan emblemáticas como Diego Rivera y Frida Kahlo las observemos a través de un lente sombrío que, de no haber una sonrisa en algún rostro, remite a un extremo de desaliento. Es el suspiro de vivir en una época donde el mañana es incierto y el pasado tormentoso, pero incluso así, ahí estaba ella queriendo colorear su vida.

La ausencia de luz en sus ojos no es fortuita; la tragedia la cobijó para nunca abandonarla. Así, al verla en una fotografía en escala de grises se siente su realidad doliente. ¿Es correcto transgredir su aura al añadirle color? Decía Alejandra Pizarnik –poeta argentina que también vivió en la oscuridad–: «Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas orgullo y soledad. Necesitas orden. Necesitas poesía». El orden de Kahlo fue pisoteado cuando en épocas recientes se usó su imagen a color para mercancías. Ahí inició el tráfico con su ser.

Frida Kahlo, de ojos penetrantes, se convirtió en una figura pop de nulo discurso intelectual. Todo por lo que sufrió y lloró se transformó en una imagen a color y con filtros. Adiós solemne blanco y negro, hola tonos pasteles que endulzan su mirada. El daño ya está hecho, ¿deben llorar las personas que observaron un día su alma en el tono correcto? Aunque el dolor que provoca verla con una playera de Daft Punk es fuerte, el mejor acto sería borrar dicha imagen de la memoria o, como se propone a continuación, sustituir el pastiche por el documento real.

Estos son los colores verdaderos de Frida Kahlo, unos que combinan la tradición de la época postrevolucionaria y la creatividad de un artista. No hay nada banalizado en su imagen, al contrario, hay una profundidad que aturde a los más incautos.

Estas fotografías a color, únicas y perpetuas en la vida de la pintora, fueron tomadas por Nickolas Muray, quien mantuvo una relación, al inicio romántica y después de amistad, de 1937 a 1946. Se podría asegurar que éste es el único vestigio sobre los colores de Frida, permitiendo una lectura muy diferente al gris de la tragedia que siempre la rodeó.

En palabras del propio Muray. «La fotografía para mí no sólo ha sido una profesión, sino también un contacto entre las personas. Sirve para comprender la naturaleza humana y registrar, si es posible, lo mejor de cada individuo».

Parece otra Frida al observarla con tonos amarillos, verdes y azules. Vestida con alegres tonos la imagen se complementa con tímidas sonrías que van dirigidas hacia el fotógrafo. No es la postura de un autorretrato que usaba para pintarse a sí misma; es una pose de modelo y de aliada para transformar la realidad. Ni si quiera Diego Rivera logró robarle tantas sonrisas.

Quizá Kahlo encontró en Muray la comprensión que necesitaba y por eso en mayo de 1931, Frida le envió una carta que decía: «Nick, te amo como a un ángel… nunca, nunca te olvidaré, eres mi vida y ojalá que nunca lo olvides».

Si queremos conocer a Frida Kahlo más allá del blanco y el negro hay que remontarse a este trabajo, rechazando las imágenes intervenidas a computadora que despojan los tonos reales de la pintura. Estas fotografías, poco conocidas, son las que debemos venerar.

Fuente: https://culturacolectiva.com